Iris Mónica Vargas (Puerto Rico). Apasionada de la literatura y de la ciencia, Vargas continúa labrando poco a poco un camino interesante en la poesía. Sus publicaciones incluyen revistas a nivel nacional e internacional. Su trabajo incluye La última caricia (Terranova, 2014) y El libro azul (Snow Fountain Press, 2019). Este último fue premiado por el PEN Puerto Rico Internacional en el 2019. Acaba de terminar un tercer volumen de poesía titulado El día en que dejamos la tierra. Realizó estudios graduados en física y escritura de ciencia, en la Universidad de Puerto Rico y el Massachusetts Institute of Technology (M.I.T.), y actualmente completa un doctorado en medicina en Saint James School of Medicine. Ha sido traductora de Ciencia@NASA, trabajó en astrofísica en el Harvard-Smithsonian Center for Astrophysics, y sirvió como intérprete médico del idioma español. Leer, estudiar, hacer experimentos con las palabras le hace feliz. Cree en que enfocarte en tu propio trabajo, en el inmenso placer y alegría de hacer lo que haces con pasión, es lo que más satisfacción brinda. Una parte pequeña de su universo puede encontrarse aquí: https://irismonicavargas.com
Respiración Cheyne-Stokes: una definición
En los días u horas antes de morir, la respiración del paciente habrá de tornarse irregular. El intervalo entre cada inhalación se hará cada vez más largo, estirándose tanto, que pasarán muchos segundos, minutos, inclusive, entre cada bocanada de aire. [Tal vez no te responda ya. Intentará decir lo que no puede. Entonces tendrás que usar tu máxima intuición, todo lo que sabías, y lo que amaste alguna vez.] Entre cada bocanada de aire habrá una larga pausa [La pausa es gigantesca.], antes de que su respiración regular pueda continuar. [Alguien insistirá en que se alimente, tal que no esté tan débil. Otro, como una despedida, le dirá, “te veo mañana”. Ninguno ha comprendido lo que ocurre.] El ciclo de su respiración se hará muy largo. [Será una calle oscura para ti. Habrá entre cada aliento un charco muy profundo que no podrás saltar.] [Desesperadamente le besarás de nuevo y le olerás sus manos. Recordarás la navidad —no habrá ninguna otra. Tendrás que ir a comprar un arbolito, ponerlo en su coqueta, con muchas luces blancas, decenas de guirnaldas de colores, y algún que otro venado de cristal. Quieres iluminar la habitación oscura.] [Y besarás su frente muchas veces. Besarás sus brazos otra vez y tu nariz explorará de nuevo el perfume al dorso de su manos.] [Ella súbitamente volteará su cabeza y verás como bajan, espesas y abundantes, lágrimas de sus ojos. Tal vez está llorando, piensas tú, pero eso no lo sabes, y sabes que no lo puedes comentar. Contendrás las tuyas, tus lágrimas espesas. Tus besos, también, al menos por ahora. Entiéndase por “ahora”, que todavía no ha ido.] [Te mostrarás compuesta, con una solidez de una actriz de reparto que ha sido nominada al globo de oro. Y vale que así sea. No quieres obstaculizarle su camino.] Será difícil para quien observa [y muy especialmente, para quien le ha amado]. Se espera el último aliento. [Sujetarás su mano por las próximas tres horas hasta que envuelvan su cuerpo y la recojan como a un algún objeto más de todos esos tantos que ya no pertenecen a nadie.]